domingo, 14 de febrero de 2010

"LAJIRTIJAS"


Otros piensan en cápsulas espaciales para poder mandar sus poemas a la Luna, yo dejé los poemas que nunca escribí en casa de Háqrön para visitar la cara oculta de esa misma Luna. Los alfileres clavados en algunas fachadas nos invitaban a trepar hasta las cornisas llenas de nubes y repletas de niños que comían helados de frutas tropicales y niñas que saltaban a la comba de dos cuerdas volteadas por enanos blancos del Camerún; agarrados, girábamos alucinando estrellas con los zapatitos de las niñas sirenas.

Bajamos en un tubular helicoidal con letras en kirghiz: турист магазинa-Remington Steele; eran las ocho, las luces del parque se apagaban y volvían a funcionar dos horas si le echabas por la ranura dos lagartijas vivas autóctonas sin patas rotas, era su única manera de ir al cielo, permanecían esperando casi sin moverse frente a las luces que se apagaban con ranuras en el parque y mientras estábamos sentados nos acariciaban los pies rozándolos como hacen los gatos del Sol. Los turistas seguían empeñados, discutiendo, que las niñas sirenas a trescientos metros de altura, entraban en hibernación creacionista y que siempre esas noticias las verificaba Reuters. Echamos dos lagartijas más, madre e hija, bellísimas.

Siempre creí que habría sido un sueño. Toda esa libertad no era si no el deseo de volver a vivirla, tocar las escamas de los peces y sentir su frialdad, sentirme libre sin ojos en las manos que me apremiaran cada amanecer por mis débitos, por sus viejos compromisos, la vertiente más imprecisa, una delgada línea que puede llegar a separar en dos definitivamente la vida del ambiguo anfibio.

Así, debilitado, busqué un refugio en las ondulaciones de un cordón de aquellos zapatitos, en los lazos donde la brisa de New Orleans roza la respiración de las ballenas y propaga ese sonido hasta encerrarlo dentro de los platos chinos que tapizan la superficie de Europa, la segunda luna de Júpiter en la cual Zeus tiene prohibida la entrada. Harto de tantas tumbas, harto de no poder abrir los libros, recogí las fuerzas de aquel ángel frágil, sin arco, y volví al parque de las luces con ranura.

¿Si es verdad que no puede entrar un dios, cómo podrías hacerlo tú? Recordé algo que escuché a un sabio callejero en Bagdad “cuando la luna es una pequeña guadaña, empieza el sueño del dios”. Metí las manos en los bolsillos y saqué dos “lajirtijas” con las patas nuevas.



1 comentario:

anarcopunkonsamba dijo...

:)

Es tan hermoso este textoooo! Digno de un excelente ladrón de carteras y zapatitos de sirenas... y de corazones...

Te llaman As queirido Franweto...

As de lagartos carteristas.

Confesión: Metiste el mio en tu bolsillo.