miércoles, 11 de mayo de 2011

“Si no puede o no sabe soñar…”



“Si no puede o no sabe soñar…”

Cruzando Cris Hani road, un grupo de chicos sonríen. Hace tiempo que están allí.

Es la hora en la que Shelter sale a pintar graffitis para los turistas.

- Viste, cada vez son más los que te esperan.

No me contesta. Está en un rincón del salón demasiado entretenido guardando las pinceletas en la mochila. Tampoco lo hace Zunaid, quien sigue con los ojos clavados en el libro marrón de puntas carcomidas dejado por un turista como forma de pago. Es un tratado de química, XXI Century Alchemists, firmado por un tal Ferrarius. Escribe los márgenes, subraya, dobla las hojas. El libro lo tiene hechizado.

- Todo está inventado, amigo mío- le digo, a propósito, para que me mire y sabiendo qué palabras usará para defender el futuro.

-No podremos fabricar petróleo, curs, quién no sabe que se necesitan un millón de años para transformarnos en una gota, pero quizá consigamos algo que lo reemplace y entonces ya nadie va a invadir tierras ajenas y entonces…

(Sí. Creo que repite uno de los sueños de Shelter.)

Los turistas eran cada vez más exigentes, más sofisticados desde que el Google Earth nos mostraba como la tierra de las piedras brillantes entre rostros oscuros. Cuatro aviones diarios, 120 personas por avión y un solo deseo: hacerse ricos. Cuando comprendían la realidad (todo había quedado vacío) buscaban algo para justificar el viaje, un souvenir exótico para la vitrina de sus casas. Fue cuando comenzaron a desaparecer los lagartos o las lajirtijas de las plazas y se los podía encontrar a quinientos dólares en los estantes de las otras tiendas. Disecados.

Rabia. A Shelter, la nueva costumbre le daba mucha rabia y no veía modo de salir de esta nueva tendencia mercantil hasta que conoció a ese extraño turista que le pedía “un sueño para cuando estoy despierto”. Dos tardes después el hombre se llevaba sus “Trenes”. Le dio un sueño donde los vagones competían con los ríos, donde no existían las vías muertas. Todas llegaban a destino y ofrecían un hogar para vagabundos. El hombre pagó con un par de botas de agua, un capote de la marina francesa y el libro de química.

Desde ese momento, los cajones comenzaron a crecer. A los clásicos de sueños sumábamos, ahora, los “PRE-SUEÑOS”. Sí. Absolutamente personales, intransferibles. Indicaciones en papiro y tinta china, con nombre propio y posibilidad de ampliación. Escritos en la lengua original del soñador o en isizulu y la traducción aparte. Las indicaciones de uso eran sencillas: Antes de dormir, como quien toma una pastilla, se lava los dientes y reza, así, todas las noches se debían repetir las secuencias del presueño. (Hasta donde sé, nadie los devolvió) Muchos se ubicaban en una especie de paraíso bíblico. Otros, más reales, desplegaban su acción en las más importantes ciudades del planeta (París-Roma-Atenas, eran las favoritas para los presueños de amor). Y fuera de él, también. Hubo un señor calvo, de Australia, que buscaba un sueño en el anillo B de Saturno y una sudamericana que deseaba un puente de 11.000 kilómetros construido sobre el océano Atlántico.

La lista de pedidos especiales para Mayo colgaba de un alfiler junto a la imagen de Héctor.

PEDIDOS ESPECIALES-MAYO

Robot para minas antipersonales: 4

Bolsas con medicamentos: 3

Libertad para los esclavos de Corea del Norte: 1

Vacunas contra el SIDA: 4

1 bala y/o 1 litro de nafta por 1 kilo de comida: 10

¿Precio? Trescientos dólares no es caro. Con ese dinero se financia la escuela-hogar de graffiteros y el criadero de lajirtijas.

“Si no puede o no sabe soñar…”

¿Voces en contrario? Claro. Muchas. Aquellos que criticaban el hecho de que los sueños fuesen un negocio…

“Los sueños son patrimonio de los artistas, no tienen precio” Se leyó en un editorial de la revista “Soweto NoW”. Ese día las carcajadas de Shelter llegaban hasta la calle:

- Egoístas que tienen tiempo para desperdiciar sueños. ¿Acaso hacen algo con ellos? Yo canjeo sueños y pre-sueños por mundos mejores. Las personas duermen seis horas como mínimo y despiertan sin recordar o peor, recordando pesadillas; sueñan con la misma vida sin colores que tenían antes de dormir. Digamos que es un intercambio de colores: yo les doy sueños en colores y ellos me dan trescientos dólares para ponerle color a este otro mundo.

Ya casi termino de arreglar la vidriera. Al viejo maniquí le pusimos los tesoros del soñador de trenes.

Pienso que no deben quedar muchas paredes vírgenes en el Soweto; Shelter tiene muchos discípulos con sueños propios que saben pintar.

“Si no puede o no sabe soñar”

- Es hora, miralos, me están esperando.- dijo, poniéndose al hombro su mochila cargada de frascos y aerosoles.

- Sí. Como cada día.

- ¿Sabés? Necesito que me ayudes.

- ¿A acomodar más cajones?

- No, a soñar un rato.

* Une pieta sud-africaine. Soweto, 2002. Ernest Pichon Ernest



1 comentario:

Zurdo dijo...

Embriagador. Porque podría ser una historia que va creando un legado. Contar estrellas en la desconocida y atrayente galaxia Láctea o contar cuentos sin una cita previa. Surgió de unas frases en una ventanita por donde se podría observar la revolución francesa o a una checa en la piscina municipal de alambrada que ya pertenece a Tichý.

....... acabé en el zurdo. jua!!

Te quiero querida Zurda. Te adoro.