jueves, 15 de abril de 2010

Miércoles



Acontecimientos, la información de todos aquellos sucesos relevantes en el tiempo cercano, el pasado inmediato. De pensar le dolía el ojo, sería mejor olvidar y largarse de allí, pensó con una urgencia de esquizofrenia que surgía desde dentro y le invadía cada grano de sangre de su piel pálida, bellísima... círculos exteriores en la mente, un judío que no creía en Jesús, la raza Arias, un megáfono... le aturdían y necesitaba no pedir nada, a nadie (ni) nada; quería dejar de pertenecer a un conjunto, volver a su ser intimo, dominar sin cordones que ataran, sentir placer al mojarse, oír el agua caer, inundar su casa.


Había donado sangre para poder acudir esa noche a un concierto en la ciudad, una cola y un bocadillo de atún en aceite de oliva. Inventando sonidos caminaba de intro, reflexionaba sobre la implicación del veneno en el liquido receptor tibio que contenía el anillo, lamió la piel del dedo en derredor del aro tropezando con un complicado cartel anunciando al país de la bota destrozando el tacón y hundiendo El Vaticano hasta aplastarlo contra la acera. Levantó la cabeza y vio aquel viejo edificio, un hombre cerraba una ventana, no pudo verle bien, de inmediato volvía a abrirla, pero sólo un poco, intentaba encajar bien la parte de abajo, lo hizo y la cerró de golpe, desapareció.


Volvieron los círculos exteriores que no solidificaron, los volatizó soñando a Bernard Shaw de la misma forma que éste soñaba a su Juana de Arco; el aceite le chorreaba las manos, volvió a lamer ahora casi toda la mano y tiró el resto de atún al suelo y eligió ser Jean Seberg, era Juana de Arco con toda su locura dejada atrás; ya era imparable, sentía que volvía a ser una lunática, un placer. La Seberg, sus amantes: Eastwood y el mejicano Carlos Fuentes, Ricardo Franco vio lágrimas negras en su melancolía del corazón; el amor de Emile Ajar (R. Gary) y el escritor negro Baldwin.


Encendió un cigarro pidiendo fuego a un acordeonista, giraba sobre si misma sin dejar de caminar, escapar de las fronteras de la locura, los gitanos de los balcanes bailaban al son de cachivaches centenarios que sonaban a latas y clarines de feria, obertura delirante de la tragedia final, tatuaje a fuego en su piel blanca y fría dentro de un pobre auto europeo.


Ese mismo frío sintió ella al quitarse los zapatos frente al viejo edificio con la ventana del segundo piso cerrada, había estado danzando en círculos, ese edificio, esa atracción le sacó de su desquiciada y suplantada vida sin beneficios; sentir que abandonaba el infierno al entrar en el refugio, mojándose los pies con el agua que lloviznaba del techo de su nueva casa, cribando la vida sintió que era allí, agarró la maleta y subió con ella por una escalera de pequeñas cataratas hasta la puerta de la fuente, llamó como si lo hubiera hecho durante los últimos dos años, Shelter abrió la puerta, hacia mucho tiempo que la estaba esperando.

2 comentarios:

anarcopunkonsamba dijo...

Gitanos de los Balcanes y la seguridad de estar acompañada.

Cuando ya no hay distancias posibles.

Vos.

Gracias por el agua que chorrea como excusa de un mágico encuentro.

Zurdo: Yete´s!

anarcopunkonsamba dijo...

te toco, me tocas; sonrio, me sonries.... sintió que era allí.

zurda: yete's.

un beso en el corazón.